A diferencia de lo que se espera que ocurra en otras actividades más intensivas, en la economía verde los puestos de trabajo de nueva creación previstos son de bajo nivel formativo pero específico. El mayor porcentaje de los nuevos contratos (68%) son para personas con titulación básica específica en Industria, con formación en RITE, Gases Fluorados, Operadores, Instaladores, climatizadores de casas, formación en autómatas… En un porcentaje menor, se prevé la contratación de técnicos de formación profesional (14%) y de titulados universitarios (12%).

Las actividades de la economía verde genuina, relacionadas con la modernización ambiental del sistema empresarial y público y con la puesta en marcha de estrategias de carácter preventivo (energías renovables, servicios ambientales, educación ambiental, agricultura ecológica, educación e información ambiental, gestión de espacios naturales protegidos…) han entrado de pleno en la fase de desarrollo, relevando como motores de generación de empleo verde a las tradicionales actividades defensivas, que, debido a la madurez alcanzada, han entrado en una fase de estancamiento del empleo.

La relevancia de la economía verde como potencial generadora de actividad económica y empleo no se agota en los efectos directos. La demanda de bienes y servicios por parte de las empresas de la economía verde tiene un efecto multiplicador sobre el tejido productivo no ambiental a través de la externalización de operaciones de producción de componentes y servicios, de forma que la contribución de la economía verde a la creación de empleo ha de ser considerada como superior a la que registran los sectores que formalmente la componen. Este efecto es especialmente relevante en el caso de las energías renovables.

La trayectoria de las empresas de la economía verde en la última década ha conducido a una notable profesionalización, factor que supone una fortaleza de cara a la entrada en mercados emergentes y un factor generador de empleo.